héroe, de Ruth Vilar


RÍO
CUERVOS
NIÑOS SUCIOS
TURISTAS CON CAMISAS HAWAIANAS
NIÑO
SACERDOTE
MADRE
ALCALDESA
NIÑO EN LOS HUESOS
NIÑO PIOJOSO


Acto I
El RÍO caudaloso, subterráneo, asoma en el centro de un desierto y arrastra a su paso la arena. Los granos sueltos se disuelven en el curso del agua y, convertidos en montañas de cuscús, van a parar a las márgenes. CUERVOS con cuerpo de muñeco de trapo, con piernecitas y bracitos de peleles humanos, las devoran. Cuando abren el pico y se abalanzan sobre el maná soso, su garganta se dilata como un túnel encarnado de dimensiones desproporcionadas que no lleva a ningún sitio. En tiempos, alguien lo usó como depósito de mijo.
         Cada cuervo es golpeado con saña en el rostro por sus propios pies y manos. Los pajarracos se defienden a picotazos y desgarran sus cuerpos exánimes para proteger los ojos que los hacen ávidos. Salvan la peor parte de sí mismos.
         El RÍO ríe con un rugido ronco.


Acto II
         El RÍO desemboca abruptamente en el mar a través del barranco Quebradero. Los NIÑOS SUCIOS sumergen su cuerpo en el agua de cintura para arriba; se sujetan desde la orilla unos a otros para no ceder a la corriente y rescatan pedazos de tela de cuervo rasgada para vendérselos a los TURISTAS CON CAMISAS HAWAIANAS.
         Junto al Quebradero se construyó con hormigón armado una playa impracticable, separada del agua feroz por una reja. Se celebra el funeral solemne por el último NIÑO que ha engullido el Quebradero. Hay sillas oscuras ordenadas en filas equidistantes y personas elegantes pudorosamente compungidas. De detrás de la reja, del fondo del RÍO, llega la voz del niño arrastrado por el agua.
NIÑO: Alargadme una mano. Todavía estoy vivo.
Todos se revuelven incómodos en sus sillas, pero evitan dar muestras de haberlo oído.
SACERDOTE: (A la madre del niño, que se resguarda en el abrazo cumplidor de la ALCALDESA –en realidad, esposa del Alcalde–.) ¿Empezamos con la ceremonia?
MADRE: Yo no sé cuántas veces le he dicho que no hable si nadie le pregunta. Este niño no tiene remedio.
ALCALDESA: No sé dé mal, mujer. Ahora ya es una sencilla cuestión de tiempo. Sólo hay que esperar a que el agua lo calle.
NIÑO: ¡Una mano! ¡Un dedo! ¡Una uña me basta!
MADRE: ¡Que aprenda la lección! Hemos venido a hacerle un funeral y ni con eso se contenta. Desagradecido. Haga como si él no estuviese.
SACERDOTE: Siendo el muerto, no podemos obviarlo.
MADRE: Pues haga como si fuese un muerto mudo.
SACERDOTE: Amén.


Acto III
         En un oscuro pasillo escolar, castigados y bien lejos uno del otro, se sientan en dos rincones el NIÑO EN LOS HUESOS y el NIÑO PIOJOSO. Cada gesto o palabra resuena con un eco peligroso contra las baldosas y el silencio autoritario. El NIÑO EN LOS HUESOS dibuja; el NIÑO PIOJOSO copia mil veces.
NIÑO EN LOS HUESOS: (Refiriéndose a su dibujo.) Elsinor.
NIÑO PIOJOSO: No merezco vagaciones; no merezco vagaciones; no merezco vagaciones; no merezco vagaciones (lo repite todo el tiempo)
NIÑO EN LOS HUESOS: Me voy a escapar a Elsinor. (Calla.) Allí se come cada día. (Calla.) Más de una comida. (Calla.) Se comen Elsinor. Se comen a Hamlet. Los pobres se comen a Ofelia. Ofelia sabe peor. (Calla.) A Elsinor se va por el Quebradero.
NIÑO PIOJOSO: Los turistas también comen cada día. Más de una comida. Los turistas vienen de vagaciones.
NIÑO EN LOS HUESOS: Los turistas son unos muertos de hambre. Vienen aquí a comérsenos.
Centenares de TURISTAS CON CAMISAS HAWAIANAS y cuerpos de muñeco de trapo invaden, levitando sobre las cabezas de ambos niños, el pasillo escolar. El rugido de la risa del RÍO subterráneo se intensifica hasta ahogar al público.
 

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